jueves, 8 de marzo de 2007

POR LA IGUALDAD TOTAL

Si lees lo que los diarios tienen hoy que decir sobre las mujeres, mi "artilato" (artículo+relato. Necesito una contextopedia ¡pero ya!) te resultará un tanto vacuo.

Las mujeres, siempre menos, somos más.

Henchida de imágenes, proyectos, ilusiones. He crecido en una gran ciudad contaminada pero viva, y no sabía que se te puede mirar hasta que te anulas. No sabía que se te puede ignorar hasta que tienes que tocarte para saber si realmente estás. En mi infancia, los niños saltaban a la comba contigo aunque sólo fuera por llamar tu atención y obligarte a cambiar a juegos más vertiginosos, en donde se te puede abrazar o agarrar con fuerza y comprobar cómo tiemblas de emoción y risas. Luego, el instituto me insertó en grupos donde el teatro o las emisoras de radio reunían mentes inquietas. Nos gustaban los mayores, claro, eso siempre nos pasa a las chicas, pero nuestros compañeros de clase, al final, se convertían en amigos y algunos en maridos muchos años después. He compartido risas, confidencias, lágrimas y besos con los hombres más deliciosos del mundo y jamás me había sentido MENOS.

Aquí sí. Aquí soy menos por ser mujer. Si quieres pasar desapercibida debes casarte, caminar tras tu marido, no dar la nota y tener hijos en seguida. No, no hablo de un viaje al pasado, hablo de un viaje al interior de España, ahora, hoy, aquí. Lava su coche, ríe sus gracias, mantén sus posturas sin destacar, no intervengas en conversaciones masculinas. Sólo despliega tu inmensa variedad de encantos hasta la pubertad, momento en que los hombres elegirán lo que quieren de tí y luego, cobijada tras de tus hijos, podrás desaparecer de su vista y respirar un poco más.

Aquí he comprobado cómo teniendo algo que decir no se me escuchaba. Al contrario, mientras hablaba, los hombres miraban a mi marido y cuando yo terminaba, le respondían a él sobre lo que acababa de decir. Ofende que sepas de nuevas tecnologías, que domines algún campo en el que ellos no están familiarizados, molesta simplemente, que pienses y opines. Si muestras tus inquietudes con franqueza, verás en seguida como te someten al mayor de los desprecios, el que omite tu presencia, el que consigue que unos ojos barran el lugar donde te encuentras y no te vean, que no se oiga tu voz con el mayor de los descaros, aunque la eleves y, si protestas, aquella otra mirada en la que te anulan te hace sentir como un perrillo acobardado por las patadas.

Aquí no camines de la mano de "tu hombre", no te rías y le beses en público, no muestres tu amistad, tu compadreo con él porque lo empequeñeces (calzonazos), no cuentes que es un buen cocinero o que limpia mejor la solería que tú. Le dañarás, su credibilidad será puesta en solfa y lo convertirás en centro de sus menosprecios y sornas (maricón).

No lleves el pelo al cuatro ni te lo tiñas de colores alegres. No vistas ropas extravagantes o con mensajes significativos (activismo ideológico... si es de tipo ecológico aún peor...)

No permanezcas sin prole porque te etiquetarán de mil maneras: tortillera, tarada, enferma...

Si pides vino/cubatas, "bebidas de hombres", en definitiva, en un bar se lo sirven al varón más cercano a tí. Lo tuyo son los refrescos o, como mucho, los vertmús al medio día. Te dejan fumar pero reconviniéndote ("fumas como un carretero"). Desde luego, más te vale, si te drogas, no hacerlo en público, eso sólo se asume entre adolescentes y porque están todos locos.

No eres homosexual. No lo eres, convéncete. Estás mal de la cabeza. Dos hombres que se aman dan asco. Dos mujeres que se aman, no existen. NO EXISTEN. PUNTO.

Aquí los ojos recorren los cuerpos como tentáculos viscosos, da igual que tengas cuarenta años que catorce. Aquí eres una res a desbravar o a fecundar. Una mula de carga o un potrillo jerezano al que enjaezar y lucir en las romerías.

Aquí no hablaré de golpes, gritos y muertes. Sólo de ojos que callan tu voz o evaporan tu cuerpo. Ya ves, sólo de eso.

Feliz día de la mujer. Aprovéchalo, que SÓLO TIENES UNO.

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