sábado, 1 de marzo de 2008

Mi padre




Mi padre va ya para los ochentaitrés años.

Si juego a asociarlo con la Naturaleza, mi mente no duda en visualizar un león enorme, marcado por las cicatrices de una vida digna de inmortalizar en un libro. Le tocó cuidar a sus hermanos -tan pequeños como él- en plena guerra civil, escabullirse de las bombas o jugar sobre ellas, dependía del día y la suerte que tuvieran. Salió por patas con ellos hacia Francia en un camión junto con otros muchos, y dejó a sus padres aquí, con la esperanza de recuperarlos algún día. Cuando regresó con sus hermanos, ya, ni casa ni padres, que la guerra los había dejado maltrechos y faltos de espíritu para seguir luchando, enfermos.

Trabajó sin descanso como todos los padres de la postguerra y, como decía mi sobrino cuando era un pequeñajo, se gastó los ojos como delineante, tornero, contable y leyendo, leyendo, leyendo... El periódico ha sido su manantial de sabiduría. El mundo se abría ante él y aprendía a fuerza de curiosidad e inquietudes: que no vuelva esa locura, que la paz se mantenga entre nosotros. Así va a cumplir años, con los ojos gastados, casi sin vislumbrar los contornos del rostro bien aprendido de su amante esposa, cambiando periódicos por radios.

Ese león que rugía como los volcanes cuando se enfadan pero que tiene el corazón de almíbar, amenaza con rendirse y nos robaría la energía que todos absorbemos de él.

Ha sido el espíritu inquieto y atronador de nuestra familia, el núcleo aglutinador, el ejemplo a seguir y el orgullo de la casa. Honrado, íntegro, fiel y fiero si le tocan lo que más ama, su mujer, sus hijos y la libertad de su país.

Desde aquí le rindo un breve homenaje porque mi padre es tan grande que no sé por dónde abarcarlo y me faltan las palabras y me emociono, pero quiero que sepas papá que seré tus ojos de día y tu linterna nocturna, pero que necesito seguir escuchando tu risa de metralla y tus certeros consejos, que tienes que superar la oscuridad como superaste al cáncer -dos veces- al tumor más maligno de todos, LA GUERRA CIVIL, y al más consistente e implacable: el paso del tiempo.

TE QUIERO PAPÁ.

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