viernes, 1 de agosto de 2008

LA JUVENTUD Y EL SABER (Recuperado de Bitacoras.com)

(22.11.04)

Stefan Zweig en su obra postuma, "El mundo de ayer. Memorias de un europeo" Traducción de J. Fontcuberta y A.Orzeszek, 536 Pag. Editorial El Acantilado, sexta reimpresión de abril de 2.003 ISBN 84-95359-49-9, capitulo LA ESCUELA DEL SIGLO PASADO, en sus páginas 61-66, describe cómo su pasión juvenil por conocer, su amor por la cultura les lleva a liderar la vanguardia del conocimiento aún antes que sus profesores, progenitores e incluso los mercaderes de la cultura. Es muy interesante comprobar con sorpresa relativa cómo apuraban sus horas en encontrar, disfrutar y compartir el último poema de Hofmannsthal, Rilke o la filosofía de Kierkegaard. Intercambiaban sus libros, arrasaban las bibliotecas y en los cafés, centros neurálgicos del saber, ejercían de feroces críticos y engullidores de riquezas intelectuales. Mientras tanto, la sociedad acomodada y serena, se dejaba llevar dormida en sus laureles... tan frágiles... hasta el punto de ser arrasada por dos guerras mundiales y apenas si darse cuenta.

No se me permite reproducir las claras y emocionadas palabras de este hombre que no supo digerir tanta muerte y tanta falta de libertad. La caída de su mundo cultural le llevó al suicidio junto con su mujer, en Brasil, Petrópolis, a los sesenta y un años de edad. No puedo transcribiros lo que dice, paradójicamente, aunque su testamento vivo proclamaba la libertad y su mente despierta creció entre intercambios de las poesías, narraciones y pensamientos más elevados que pudo contener un periodo tan negro, demoledor y miserable como el siglo XX y sus nacionalismos, sus ridículos líderes embebidos en sangre y sus millones de cadáveres.

Nosotros somos testigos de un AVANCE similar, empujamos la cultura como agua que cae entre las rocas más firmes, más apretadas a la corteza de la tierra y aún así, consigue filtrarse y derramar su frescor. Nuestro café vienés ahora se llama Internet. Cuidadlo mucho, amigos, que no queda otra herramienta más libre que un arácnido llamado Libertad cuya red alcanza los confines del planeta y sus hilos son tus dedos pegados a un teclado y, su fuerza, es tu mente.

No hay comentarios: