viernes, 28 de marzo de 2008

Herbert Morote

Estimado señor Morote, sigo emocionada, anoche pude escuchar las palabras con las que usted dio vida a Pavel, Igor y Sonia, tras las magníficas interpretaciones de Luppi, Callau y Labordeta. Mencionar a Luppi es caer en el absurdo, porque su presencia lo enriquece todo sin más. Callau también está inmenso, e incluso el lazo suave que los ata a los dos, Ana, es digno merecedor del aplauso cerrado y contundente que los vecinos de Cuenca, España, le ofrecimos ayer sin reservas en la única representación de El Guía del Hermitage. Y emocionada sigo, porque enseguida quise conocerle a usted, el padre de la hermosa criatura y resulta que además, necesito mirarme en el espejo de su tesón y su voluntad, porque rondo los cuarenta y aún tengo la insuperable ilusión de aprender a escribir. No le aburriré con mis pinitos que son más bien tropezones, sólo deseo una y mil veces más, agradecerle la generosidad con que nos brinda en formato .pdf su obra teatral. Así podré tenerla tan cerca, y además, regalarla en formato libro a familiares que ya se han interesado por ella, al notarme tan repentinamente fans de su talento. Perdóneme por no haberle conocido hasta ayer, desde hoy, me tiene para siempre.

GRACIAS.


EL GUÍA DEL HERMITAGE Auditorio de Cuenca. Anoche.

PAVEL.- Para este viaje no hay infusiones ni pócimas milagrosas
que valgan. (En voz alta) No te tengo miedo, muerte amiga.
(Arroja las mantas, se levanta, habla delirando) Llévame contigo
pero hazlo pronto. No te entretengas con un defensor de
Leningrado, yo tomaré su lugar. Estoy listo. Estoy más que listo,
estoy atrasado. Eso sí, no me mezcles con los alemanes. Que
ellos se vayan con sus valquirias, a mí llévame con gente
amiga, con pintores, con escultores, llévame con Monet, con
Velázquez, llévame con Repin, o con el loco de Van Gogh o el
sordo de Goya. Llévame con Rodin, con Miguel Ángel. Quiero
por fin hablar con Leonardo y con Rafael, quiero divertirme con
Renoir y Pisarro. Al fin y al cabo, vieja amiga, tú eres sabia,
llévame con quien quieras. No importa que estén en el
mismísimo infierno, allí iré. Claro que prefiero ir al paraíso para
seguir sirviendo a mis artistas preferidos. (Pausa) ¡Qué esperas
vieja sorda! ¡Qué esperas! ¡Con quién te entretienes!, aquí está
tu antiguo camarada, tu casi amante (Cae exhausto)

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